A veces no sabemos esperar... nos desespera contar las horas,
minutos, segundos, perdemos el tiempo contando al tiempo, dejamos de lado la
vida de verdad y controlamos nuestras acciones con horas determinadas... todo
tiene que ser exacto, si llegas antes a un lugar, te aburres pero eres una
persona puntual, si llegas tarde te acusan de que lo has hecho esperar... todo
es tiempo, tiempo, tiempo, tiempo.
El ser humano es cuerpo, alma y tiempo, porque el tiempo es lo
único que no podemos comprar, pero es lo que más desperdiciamos, incluso más que
el agua, más que las ideas, más que la felicidad.
El tiempo nos dice cuando estamos en lo correcto, y el tiempo nos
dice que cuando cometemos un error, ni el mismo, lo puede curar.
El tiempo se nos va de las manos, un ahora, ya se convierte en un
después, en cuanto terminamos de pronunciar la última letra de esa palabra.
El tiempo nos enseña, nos castiga, nos premia, nos mata, nos da
felicidad, calma o impacienta una espera.
El tiempo es limitado, a su vez podemos hacerlo eterno, sólo
tenemos que saber vivir, no contándolo, pero sí teniendo en cuenta que es
valioso, y que cada cosa que hacemos tiene una consecuencia, y que lo que no
hacemos no vuelve a tener su tiempo para realizarlo.
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